CAPITULO X, LA ANUNCIACION.
El tema de la anunciación es uno de los más representados en el arte cristiano. Desde su aparición en las catacumbas siglo IV ha ocupado un lugar preferente en todas las épocas, en todos los lugares y en todos los campos de la actividad artística. Sólo las natividades y adoraciones de los magos pueden, en periodos como el medieval, competir con las anunciaciones enfrecuencia de aparición. Razones de índole teológica y artística permiten explicar el éxito del tema a lo largo de los siglos.
La anunciación no es simplemente un episodio de la leyenda de la Virgen, con ella llega la “plenitud” (Gal 4,4), es el momento culminante de la vida de María pero también el comienzo de la misión de Cristo en la tierra ya que, desde el mismo momento en que María da su asentimiento a las palabras del Ángel, la encarnación se materializa tiene lugar la concepción virginal, “El verbum caro factor est”. Desde el punto de vista artístico, su sencillez compositiva solo el ángel y María son imprescindible, lo convierte en un tema adecuado para su utilización en puertas, arcos triunfales, o alas de retablo, al tiempo que su carácter intimista le hace también apropiado para las imágenes de devoción privadas por lo que no suele faltar en los abundantísimos Breviarios y Libros de Horas.
El episodio aparece narrado escuetamente sólo en uno de los evangelios canónicos (Ruc; 4, 26- 38) pero la imaginación de los apócrifos, y de la literatura posterior inspirada por ellas, suplió las carencias del relato canónico aportando una serie de datos sobre las circunstancias en las que habría tenido lugar el acontecimiento (María estaba en su casa entregada a la oración, leyendo arrodillado hilando la purpura para el velo del templo… etc.) que pronto tuvieron regreso en el arte.
En el terreno iconográfico, se han señalado dos variante principales: una formula de origen griego en la que María aparece sentada y otra, siria, en la que la Virgen se levanta ata la presencia del mensajero celestial. A estos dos tipos principales cabria añadir dos más. Un tercero, en el que María aparece arrodillada y un cuarto en el que es el ángel el que se arrodilla. Al núcleo básico de la escena – María y el ángel- pueden añadírsele otros personajes: unos más frecuentes, como el Espíritu Santo en forma de paloma o Dios Padre –solo o rodeado de coros angélicos, otros poco habituales como la “escolta de honor” que acompaña en ocasiones a Gabriel, o la sirvienta de _María que aparece Hilando la purpura con su señora.
Por lo que respecta a la ambientación de la escena, pueden señalarse tres variantes principales: la más antigua, fiel al relato evangélico, sitúa a los personajes en un exterior con un fondo de arquitecturas que aluden a la ciudad de Nazaret. Es la solución más frecuente en el arte paleocristiano y bizantino que dará lugar más tarde en Italia a la ambientación de pórtico, muy popular en el Quatrocento.
Otra posibilidad consiste en situar el acontecimiento en un interior domestico, suponiendo, como los apócrifos, que la Salutación se habría producido en la casa de María. Esta solución es la habitual en el arte flamenco desde el siglo XIV.
El tercer tipo, frecuente en el arte francés, presenta la escena en el interior de un templo. La iglesia es un símbolo de María –San Bernardo en sus homilías compara a la Virgen con un templo, pero también una referencia a la basílica de la Anunciación, levantada por Santa Elena sobre la otras posibilidades, inspiradas en los apócrifos, como situar la escena al lado de un pozo o fuente pero este tipo de Anunciaciones son extremadamente raras en occidente, aunque tuvieron cierto éxito en el arte paleocristiano y bizantino.
Además los personajes que intervienen en el acontecimiento, los artistas medievales integraron en la escena toda una serie de objetos simbólicos, algunos de los cuales acabaron por hacerse prácticamente imprescindibles. El jarrón con azucenas, el libro que María suele estar leyendo, la ventana por la que penetran los rayos divinos, la cama de la Virgen que aparece en ocasiones al fondo de la escena… no son simples notaciones ambientales sino símbolos destinados a ilustrar determinados aspectos de la condición de María o de la naturaleza del misterio de la encarnación y su finalidad.
En el texto el tema tiene sus primeras manifestaciones en ceremonias litúrgicas dramatizadas que se celebraban el día de la Anunciación o en un contexto navideño (Benediktbeuern). Durante la lectura del pasaje de Lucas en la Misa o en Maitines, se incesaba el altar simbolizando el descenso del Espíritu Santo y el diacono sostenía en la mano una palma (Salisbury y Bayeux) utilizándose en ocasiones imágenes de Gabriel y de la Virgen y/o Palomas de madera que descendían desde las bóvedas. Desde el siglo XIII (tournai 1231) en las iglesias del norte de Europa se celebraba el miércoles de ayuno de Diciembre la Misa Aurea, considerada de especial observancia, en la que se dramatizaba también el episodio de la Anunciación con dos niños de coro que representaban al Arcángel y a María situándose sobre plataformas (Sedes) cerradas con cortinas y doseles que se abrían, primero el de María, cuando se entonaba el Gloria y luego el de Gabriel, en el momento en que el oficiante leía el Evangelio de Lucas cuyas partes dialogadas eran cantadas por los niños desde sus pabellones. Ceremonias similares se celebraron en Italia en el siglo XIV (Cividale y Padua), no en la iglesia sino en la plaza pública (fórum), con actores que recitaban los diálogos y un diacono que leía los pasajes narrativos.
En la península so se tiene pruebas claras de la existencia de ceremonias litúrgicas de este tipo. Las únicas referencias se tienen en la consueta de la Catedral de Gerona de 1360 y en la de la Iglesia gerundense de San Felix en las que se menciona una representación partes Beate Virginis que se hacía en el oficio de maitines, ceremonia que podría ser un drama con parteras o una representación de un sermón dramático sobre la Anunciación y Encarnación, el Castísima Marie Virginis Vterm, atribuido a San Agustin, que también se utilizo en una ceremonia dramática en Valencia.
Sabemos también que en algunas iglesias como la Catedral de Santiago de Compostela se celebraba la fiesta de la Expectación de la encarnación del Señor el 18 de diciembre con gran solemnidad, uso de ornamentos especialmente lujosos, incensarios, cruces, capa y exhibición de imágenes y de orfebrería. Nada indica que en Compostela la fiesta litúrgica incluyera un dialogo dramatizado como en las iglesias Francesas e Italianas pero si sabemos que se empleaba en ella el argadelo, un mecanismo con cables que se utilizaba en la fiesta de la Epifanía para mover la estrella de Belén y que en esta ocasión debía de emplearse para hacer descender una paloma.
A la largo del siglo XV siguieron celebrándose ceremonias dramáticas similares a las descritas arriba en lugares como Le Mans y Lincoln, al tiempo que la escena se introdujo en los grandes misterios vernáculos ( Pasiones Francesas, dramas cíclicos ingleses, Misterios del corpus levantinos…) en el teatro vernáculo la escenografía de la escena parte de la que ya se utilizaba en contextos litúrgicos construyéndose mecanismos con cables para hacer descender la paloma del Espíritu Santo, utilizándose artefactos luminosos y situando a Dios padre en un lugar elevado sobre la escena como sucedió en Florencia en dos representaciones dirigida por Brunelleschi quien se encargó de diseñar la maquinaria necesaria.
Aunque en la mayoría de los detalles fueron los artistas los que proporcionaron los modelos a los dramaturgos, es lógico pensar que algunas soluciones específicamente escenográficas hayan podido pasar a las artes visuales. Ya en el siglo XII pueden encontrarse representaciones plásticas de la Anunciación en las que se reflejan detalles de las ceremonias dramatizadas que rememoraban en las iglesias el episodio de la salutación. En numerosas Anunciaciones Románicas (porta de Leyre, capitel de Jaca, claustros de San Juan de la Peña y de San Pedro el Viejo etc.)El ángel lleva una cruz, objeto que hay que interpretar como una insignia litúrgica sin intención, en principio, de aludir a la Pasión y la Salvación.
Si del Románico pasamos al arte de las dos últimas centurias de la Edad Media, encontraremos una representación realista del descenso del ángel y de la paloma, explicable para algunos por influencia de la maquinaria teatral y de representaciones como la Annunciazione della Vergine que tuvo lugar en Florencia en 1439. En algunos casos concretos la misma tramoya que se utilizaba en los descensos ha dejado su impronta en la pintura. Larson ha señalado que las líneas doradas que en la pintura bajomedieval representan los rayos de luz que emanan del Padre, entre los cuales desciende la paloma del Espíritu Santo y en ocasiones el propio Cristo, podrían ser la transposición pictórica de las cuerdas que se utilizaban en las representaciones teatrales. La Virgen arrodillada en la Anunciación la encontramos en el arte desde el siglo V, aunque es cierto que luego desaparecen reapareciendo a finales del siglo XII como recurso para enfatizar la humildad de María.